domingo, 9 de marzo de 2014

02 Madrugada

Despierta y abre los ojos. La oscuridad es abrumadora. Despacio, acomoda su cuerpo para ver el reloj digital que sobre su mesilla y en grandes caracteres luminosos rojos grita 4.43.

En silencio, sin moverse, con los números reflejados en sus pupilas, Angel trata de recomponerse, de ordenar sus ahora convulsas ideas, de buscar un sentido a un escenario fuera de su comprensión. Se siente traicionado, desfondado y al borde de un ataque de ansiedad.

"Reacciona". Una poderosa voz dentro de él le obliga a pensar en términos prácticos, el hombre es una especie superviviente y eso significa saber caminar sobre el alambre incluso cuando el alambre ha desaparecido. "Si no existe, lo inventas", la coletilla que tantas veces usara su padre le viene a la cabeza.

4.44 . Angel se esfuerza por  ser más consciente de un entorno que ya no se limita a una oscuridad salpicada de rojos. Evalúa la  temperatura ambiente de la habitación, identifica la sinfonía de pequeños sonidos nocturnos que le ofrece el hasta esa noche su hogar, como el de la caldera que regula la calefacción que por las noches se queda encendida. Inesperadamente Angel se pone en alerta.

4.45. Entiende que María no está a su lado

Se incorpora, y salta de la cama. Todavía descalzo, se precipita fuera de la habitación encendiendo luces y llamando en susurros primero, y a gritos después, a María y los niños. Encuentra las  habitaciones de los pequeños llenas de vida: los escritorios con multitud de lápices, pinturas y  papeles garabateados, juguetes en el suelo y toneladas de ropa en los armarios. Una felicidad interrumpida por la ausencia inevitable de Pilar y Marcos.



El nudo en el que  progresivamente se ha convertido su corazón no se afloja, le aprisiona el alma. Baja las escaleras de dos en dos para comprobar que el coche de María continúa en el garaje. Sale a la calle: sólo silencio y una oscuridad apenas rasgada por la tenue luz proyectada por las farolas de diseño de la urbanización, ninguna respuesta.

Angel lucha desesperadamente para no romperse. Esta noche se sabe solo en una realidad desintegrada en la que no cofía en nadie. Decide mantener la cabeza ocupada en pequeñas tareas hasta sentir recuperar parcialmente el control de la situación. Es un pequeño artificio, pero necesita que funcione.  En pijama y sin nada en sus pies, cruza la calle corriendo hacia su coche todavía abierto, coge su móvil y su ordenador, y vuelve a toda prisa a casa. Una vez dentro, se dirige a la cocina y se prepara un café mientras valora las consecuencias de sus posibles decisiones: llamar a la policía está descartado, al menos por ahora, a la espera de ser capaz de entender algo de lo que está sucediendo

Sobre la isla de la cocina, como un náufrago, un sobre dejado de forma descuidada sobre uno de los bordes, a punto de caer al suelo. Dentro, un billete de avión y una nota.

- Al final sí que ha saltado todo por los aires - se sorprende diciendo en voz alta. A pesar de la ironía, Angel no sonríe. Ni un ápice.

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